Jóvenes de Centro

jueves, julio 12, 2007

Ralf Dahrendorf gana el Príncipe de Asturias por su defensa de la libertad

El galardonado es fundador de la teoría del conflicto social. Advierte de que una restricción de los derechos socava la democracia.

12.07.07 -CÉSAR COCA (Diario Sur)

Ralf Dahrendorf estuvo en un campo de concentración cuando tenía 15 años por haber escrito en la escuela unas notas contra los nazis. La Gestapo le detuvo a finales de 1944 y le envió junto a su padre a un centro de reclusión y exterminio en la actual Polonia. Una gran dosis de fortuna hizo que salvara la vida y meses después, concluida la guerra, pudo volver a su Hamburgo natal, una ciudad destruida física y moralmente. Ayer, este sociólogo liberal, escéptico y brillante, que lo mismo critica el afán igualitario de algunas sociedades que las restricciones a la libertad que se dan en nombre de la defensa de esa misma libertad, recibió el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. El jurado destacó su «gran contribución» a las Ciencias Sociales y su «preocupación por una Europa basada en las sociedades abiertas y cosmopolitas, donde arraiguen y se defiendan los derechos y libertades dentro de un nuevo orden internacional».

El galardonado es uno de los fundadores de la teoría del conflicto social -que explica el cambio alejándose tanto del marxismo como del funcionalismo-, pero su prestigio académico no puede ocultar que es un hombre de acción, que no se ha limitado a estudiar la política. Tras una carrera académica iniciada en Hamburgo, donde se doctoró en Filosofía, fue profesor en esa misma Universidad y más tarde en Tubinga, Constanza y Palo Alto (California). A los 40 años, decidió bajar a la arena de una actividad que hasta entonces había contemplado con interés desde el palco. Se presentó a las elecciones al Parlamento alemán por el Partido Liberal y fue elegido diputado. Tras esa primera incursión en el poder legislativo, llegó al ejecutivo. Un año más tarde fue nombrado comisario europeo, en un momento en que la entonces CEE preparaba su primera ampliación.

La experiencia fue interesante pero breve. En 1974 volvió al mundo académico para dirigir la prestigiosa London School of Economics, el centro por el que ha pasado buena parte de la clase dirigente europea de las últimas décadas. Un cargo al que siguió el de decano del St. Anthony's College de Oxford. Estuvo diez años en cada uno de ellos. Dos tribunas inmejorables para difundir su pensamiento liberal, que ha ido sofisticando en este tiempo hasta distanciarse de muchos irredentos que se han quedado sólo con una máxima: 'Más mercado y menos estado'.

Contra Guantánamo

Dahrendorf ha defendido siempre la existencia del Estado, hasta el punto de criticar a quienes aseguran que el viejo modelo del Estado-nación está en crisis. En absoluto, asegura. El Estado es necesario, entre otras cosas para garantizar la seguridad de sus ciudadanos y para poner límites a la desigualdad. Porque una cierta desigualdad estimula la creación de riqueza, asegura, pero cuando es excesiva resulta perniciosa.

El sociólogo premiado con el Príncipe de Asturias, contrario a cualquier tipo de nacionalismo, ha advertido también contra la tentación de creer que la democracia se sustenta sólo en la celebración de elecciones y ha reclamado una justicia fuerte e independiente que obligue a todos, gobernantes incluidos, a cumplir las leyes. Ha llegado a hilar tan fino que incluso ha defendido que una sociedad demuestra que la democracia está asentada en su seno cuando hay al menos dos traspasos de poder entre fuerzas políticas diferentes, sin violencia.

Ciudadano británico desde 1988 y 'sir' desde 1993 (con el título de Barón Dahrendorf de Clare Market), miembro de numerosas sociedades académicas y artísticas, ha levantado su voz en numerosas ocasiones ante episodios de política internacional que le han disgustado profundamente. Por ejemplo, lo ha hecho contra el islote legal en el que se encuentran los presos de Guantánamo, porque, ha dicho, si dejan de aplicarse estrictamente las normas jurídicas los terroristas habrán alcanzado su meta de destruir los valores de Occidente.

Para sorpresa de algunos colegas, Dahrendorf cree que no debe ponerse pega alguna al uso del velo islámico y otros símbolos religiosos, pero pide mano dura contra los predicadores del odio. También critica el relativismo moral que ha permitido que en Occidente se siembren ideas que atacan directamente los valores de la democracia, porque «la capa del multiculturalismo es delgada. No se necesita mucho para poner a gentes que pertenecen a un grupo en contra de otras con las que aparentemente habían vivido en paz». Imposible no darle la razón cuando hay tantos ejemplos.

Tras una larga y fructífera carrera académica, que le ha llevado a ser uno de los intelectuales más respetados por quienes comparten sus ideas y por sus críticos, Dahrendorf se dedica ahora a teorizar sobre lo que deben ser las bases políticas de una Europa compartida con millones de ciudadanos procedentes de otros continentes. Un espacio en el que no quiere que la religión condicione la política porque ve demasiadas amenazas en ello, aunque es justo matizar que se refiere sobre todo al islamismo. «Quienes están comprometidos con la libertad deben aprender a valorarla y defenderla ahora, no sea que algún día tengan que pelear por recuperarla». Palabra de un premio Príncipe de Asturias que pagó por su libertad el precio de pasar por un campo de concentración.